Viajes en el tiempo
- Gonzalo Echeverri
- 23 mar
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar
Cuando se habla del fenómeno de la profecía o previsión del futuro es inevitable que nos enfrentemos a la tremenda contradicción que se plantea entre los hechos y la razón. Los primeros-los hechos, de los cuales se dice acertadamente que son tozudos- nos enseñan que en todos los países y en todas las épocas y con base en la experiencia, vastas porciones de la humanidad han creído firmemente que ciertas personas, en determinadas condiciones realmente pueden prever el futuro, es decir, conocer hechos venideros antes de que ocurran. Desde el chamán de las tribus africanas o americanas, hasta los oráculos de la Grecia clásica y los augures romanos sin olvidar los profetas bíblicos, todos demuestran, en una u otra forma, que esta es una de las creencias más arraigadas del ser humano. Y no solo podemos registrar la existencia universal de esta creencia- que podría ser falsa como cualquier superstición- sino que los hechos, siempre los hechos, nos confirman que la posibilidad de vaticinar el futuro es realmente una facultad de la mente humana, elusiva e incierta, pero verdadera.
Tal fenómeno, sin embargo, a la luz de la más elemental racionalidad, es absurdo y por ello se ha dicho que es la más imposible de las cosas imposibles porque equivale a decir que algo que no existe todavía, los hechos futuros, pueden causar su conocimiento presente; es decir, afirmar que primero es el efecto, el conocimiento, y después su causa, el hecho futuro.
Simple superstición
Para los antiguos, la profecía no planteaba tan serios problemas porque siempre y en todas partes, se juzgaba que la adivinación se debía al poder de seres divinos, siendo este el origen etimológico de dicha palabra; además no se había desarrollado el pensamiento científico y su estricto racionalismo. Pero desde la Ilustración del siglo XVIII, la ciencia rechazó en bloque todos los fenómenos psíquicos y desde luego la premonición que -ya lo hemos dicho- es el más inverosímil de todos. Estos pretendidos fenómenos fueron relegados sin contemplaciones a la categoría de burdas supersticiones de un pasado ignorante, impropias del buen sentido, de la razón y de la ciencia, árbitro supremo e infalible de la verdad y del error.
La rebelión de los hechos
Pero a pesar del anatema científico, la evidencia empírica, tanto del pasado como la más reciente, demuestra otra cosa. Hay infinidad de relatos históricos y de testimonios bien documentados que comprueban que la premonición ocurre por absurdo que parezca.” No digo que es posible, digo tan solo que es verdad” sentenció el Nobel Charles Richet, uno de los pioneros de la investigación psíquica quien aceptó la realidad de la profecía tras varios años de “dudas y reservas angustiosas”
Veamos el caso de Nostradamus, el más famoso de todos los profetas. Porque pese a la oscuridad de sus vaticinios, llenos de alusiones crípticas y enigmáticas sentencias, profetizó como veremos con indiscutible acierto algunos hechos históricos. En sus Centurias, publicadas en 1555 el vidente francés vaticinó:” Senado de Londres condenará a muerte a su rey” (IX-49) y así ocurrió exactamente 94 años después cuando en 1649, el Parlamento inglés condenó a muerte al rey Carlos I Estuardo. ¿Es razonable creer que se trata de una simple casualidad? ¿Cómo pudo anticipar este hecho concreto con tanta anticipación? ¿Algún razonamiento le permitió hacer esa predicción? Este solo hecho es suficiente para demostrar que la premonición en el largo plazo si es posible al contrario de lo que piensan muchos expertos. Porque, como se dice,” para demostrar que existen cuervos blancos, basta ver uno solo.
Lo mismo puede decirse de lo que anunció Nostradamus en I-60: ”Un Emperador nacerá cerca de Italia “y en VIII-57 cuando explicó que “de simple soldado llegará al Imperio, valiente en armas, el peor con la Iglesia “complementado con lo expuesto en IV-54 “De nombre que nunca fue de rey galo, jamás hubo un rayo tan temible”. Con toda certeza puede decirse que tales premoniciones se refieren a Napoleón siendo asombrosamente exactos los datos que se le atribuyen.
Pero no se necesita ser un extraordinario psíquico para producir premoniciones exactas como lo demuestra el caso de Morgan Robertson, un oscuro escritor norteamericano que en 1898 publicó una novela titulada Futility en la que narró que un supertrasatlántico llamado Titán, al que se consideraba como “innaufragable”, se hundió por causa de la colisión con un iceberg en un mes de abril, en su viaje inaugural. Exactamente lo ocurrido en realidad catorce años después con el naufragio del Titanic, el 15 de abril de 1912; ¿Cómo atribuir estas asombrosas coincidencias a una simple casualidad?
Los presentimientos y los sueños
La anticipación exacta de hechos futuros ocurre también con mucha frecuencia en forma de presentimientos o sueños. Aristóteles consideraba la adivinación como “una facultad innata del alma que se manifiesta especialmente durante el sueño”. En la historia se registra, por ejemplo, el sueño de Calpurnia Pisonia, quien advirtió a César, su esposo, sobre el peligro de su asesinato, como efectivamente ocurrió. También Lincoln soñó su propio funeral.
Se ha advertido que con frecuencia en las catástrofes o accidentes se ven involucradas menos personas de las habituales, lo que nos permite suponer que algunas han presentido anticipadamente los eventos trágicos, Es el caso del industrial J. Connor Middleton, quien canceló su viaje en el Titanic, después de soñar varias veces en su naufragio.
Sócrates, tenía, según decía, un consejero secreto -al que llamaba su daimon- que le advirtió de varios peligros que logró sortear. Balzac se encontraba en la vida real con personas cuyas características coincidían con los personajes de sus novelas, lo que permite pensar que los presentía premonitoriamente al imaginarlos.
¿Hay alguna explicación?
Establecida con certeza la existencia del fenómeno de la previsión del futuro, cabe preguntarse si es posible explicar hechos que quebrantan de manera tan evidente nuestro concepto de lo que es la realidad. En una palabra, encontrarle sentido a lo que parece absurdo.
Hay muchas especulaciones, pero hay que decir sin rodeos que realmente no existe explicación consistente de hechos tan insólitos. La verdad es que la mayoría de los parapsicólogos siguen formulando sus hipótesis con base en las concepciones de la ciencia clásica y sus ideas sobre el tiempo y la causalidad. No advierten que a partir de las revolucionarias formulaciones de la nueva física es necesario admitir que existen sistemas explicativos distintos siendo los de tal disciplina contrarios a los tradicionalmente aceptados y son, con frecuencia, opuestos al sentido común y la experiencia ordinaria.
La premonición es un fenómeno de la conciencia y por tanto no debe aplicársele las leyes que ordenan el mundo sensible; no puede utilizarse la lógica corriente ni las matemáticas pues como dijo Eddington sería como pretender regir un país por las leyes de la gramática o extraer la raíz cuadrada de un soneto. El parapsicólogo Lawrence Le Shan dice sobre el particular “…la conciencia simplemente no está localizada en el espacio, y la verdad es que no está localizada en ningún lugar del universo de espacio-tiempo, energía-materia en el que tienen lugar todos los sucesos”. Los eventos de la conciencia son privados, singulares e imprevisibles.
Por todo ello podemos decir que lo que es normal en un dominio, es extraordinario o paranormal en otro. En la física cuántica es normal que un electrón pase a través de dos agujeros separados sin escindirse o que pase de una órbita a otra sin cruzar el espacio intermedio, lo cual en el dominio de la experiencia sensible serían fenómenos anormales de bilocación o de teletransportación respectivamente. Y según la Teoría de la Relatividad, dos acontecimientos pueden ser simultáneos para un observador, pero sucesivos para otro.
El hecho es que la nueva física, conlleva, ni más ni menos una crisis de principios, es decir se cuestionan los fundamentos mismos de la ciencia y su pretendida objetividad. El conocimiento científico se presentaba como una indagación sobre hechos regulados por leyes, es decir, por relaciones universales y necesarias entre los fenómenos de la experiencia según un claro nexo causal. Se creía, por tanto, en la objetividad esencial del mundo y en su realidad material. Pero la ciencia actual ha puesto en discusión todos estos principios que parecen tan sólidos e inalterables. Ahora se habla de simple probabilidad y no de necesidad lógica y se piensa incluso que las llamadas leyes son convenciones puramente nominales.
Es más, el concepto de materia naufraga en las nuevas concepciones de la física, de tal manera que según eminentes físicos como el citado Eddington todas las cosas aún las de apariencia más sólida están constituidas por algo de naturaleza mental pues como dijo Sir James Jeans “el mundo ya no se parece más a una gran maquinaria sino a un gran pensamiento”. Y la física y la química ya no hablan de partículas materiales, sino de entes matemáticos, puramente abstractos.
Por todo ello cabe decir que lo “insólito está en el corazón mismo de la ciencia” en palabras de Michio Kaku, notable físico y divulgador del conocimiento científico. Por ello podemos decir que la premonición no es más extraña que los absurdos de la física moderna. Esta es la primera consecuencia de estas consideraciones: en nombre de la ciencia no es lícito negar los fenómenos parasicológicos.
Ya se ha dicho que para explicar la premonición se han formulado toda clase de conjeturas y una de las más atrevidas es la sustentada por el físico independiente Julián Barbour para quien cada posible configuración del universo, pasado, presente y futuro existe separada y eternamente, cada ahora es un universo inmutable, completo, autocontenido y sin tiempo. Nada se mueve realmente y se trata sólo de estar presente en muchos diferentes ahoras, en que cada uno de los cuales es como las fotos de una película. Siempre estaremos encerrados dentro de un ahora y realmente no pasamos a través del tiempo, sino que cada nuevo instante es un universo distinto. Y todos estos innumerables universos existen eternamente uno a lado del otro en un cosmos de tamaño y variedad inimaginables. Y por increíbles que parezcan estas ideas, varios importantes físicos teóricos entre los cuales figuró el propio Stephen Hawking, las han considerado seriamente.
Hay, sin embargo, concepciones que pretenden dar alguna explicación a la precognición que no quebrantan en forma tan brutal nuestro sentido de la realidad, Por supuesto descartamos de entrada aquellas previsiones que se fundan simplemente en una inferencia o deducción lógica de lo que sucederá a partir de hechos presentes. Conocidas las tensiones políticas de una determinada época no era difícil prever una gran guerra como lo ilustra el sueño de Jung en octubre de 1913 cuando soñó con un inmenso mar de sangre que cubría gran parte de Europa y en el que flotaban multitud de cadáveres.
Una hipótesis que pude explicar muchas premoniciones se funda en la idea de que vivimos interconectados en un nivel profundo, con todas las demás mentes y por ello podemos acceder a un acopio de información inmensamente superior al de nuestra conciencia de vigilia. Esta idea de la unidad de todas las mentes o de la conciencia única es aceptada por William James y F.W.H. Myers entre muchos otros investigadores. Y esta concepción es fundamental en todas las enseñanzas esotéricas y místicas.
Con base en numerosas experiencias, la mayor parte de parapsicólogos postulan, además, que nuestras mentes en sus estratos más profundos tienen el poder de conocer gran cantidad de hechos ocultos (“omnisciencia del inconsciente”), lo que permitirá hacer conjeturas acertadas sobre lo que puede suceder.
Estas hipótesis ciertamente pueden explicar muchas precogniciones, pero no todas, por supuesto.
El misterio del tiempo
Siempre se ha dicho que el tiempo es un misterio porque está conformado por cosas que no existen, el pasado y el futuro y por algo que a cada instante deja de existir, el presente. Es célebre la frase de San Agustín: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé; si quisiera explicárselo al que me lo pregunta no lo sé …”. Por su parte H.P. Blavastky, gran maestra del ocultismo moderno, basada en la sabiduría oriental dice con elocuentes palabras: “El presente es el hijo del pasado, el futuro está engendrado por el presente y, sin embargo, ¡Oh momento presente! ¿no sabes que no tienes padres, del mismo modo que no puedes tener hijos, que siempre te engendras a ti mismo? Incluso antes de que hayas empezado a decir: soy la progenitura del instante que ha pasado, el hijo del pasado, te has convertido en ese mismo pasado; antes de haber pronunciado la última sílaba ¡date cuenta !, no eres ya el presente, sino verdaderamente este futuro. Así, el pasado, el presente y el futuro son la Trinidad siempre viva en uno solo: El mahamaya (la gran ilusión) del absoluto”.
El propio Einstein dijo que “por persistente que sea la distinción entre pasado, presente y futuro es pura ilusión”. De acuerdo con los planteamientos relativistas todos los acontecimientos, pasados, presentes y futuros coexisten en un mismo espacio-tiempo continuo de cuatro dimensiones, siendo justamente el tiempo la cuarta. Pero Richard Feynman demostró que los positrones hacen incursiones al pasado lo que lo hizo merecedor del premio Nobel de física de 1965, y lo que pareciera indicar que, de alguna manera, el pasado existe. F.W.H. Myers pensaba, anticipándose a las ideas de Einstein, que el pasado, el presente y el futuro coexisten en una misma realidad; por su parte Eddington conjeturaba que “los acontecimientos no vienen: Están y nosotros los encontramos a nuestro paso”.
Nuevos Horizontes
La demostrada verdad de la facultad de prever el futuro, plantea -qué duda cabe -revolucionarias consecuencias. La realidad, en efecto, es más extraña y compleja de lo que nos parece guiados tan solo por la experiencia sensible y el sentido común. El tiempo ahonda más su misteriosa apariencia y la mente humana exhibe poderes extraordinarios que cuestionan los conceptos esenciales de lo que realmente somos, en particular la concepción de que solo somos materia. Las consecuencias en todos los campos conmueven radicalmente los fundamentos y los principios básicos de las ciencias de la naturaleza, de la filosofía, de la antropología, de la psicología, de toda la cultura humana, en una palabra.
Esta enigmática facultad de la mente humana, conocida desde la antigüedad, plantea serios problemas: ¿implica negación del libre albedrío? ¿los hechos previstos pueden modificarse o son inexorables?; ¿son un vestigio de anteriores estados evolutivos o son el anuncio de una nueva humanidad?
Por todo lo dicho es preciso, ante todo, aceptar los hechos más allá de la terca ortodoxia que pretende negarlos y ampliar enormemente nuestras reflexiones sobre el ser humano, su identidad y su destino. De omitirlos nuestras concepciones de la naturaleza serán tan incompletas como superficiales.
Hemos de concluir por tanto como lo hace Schopenhauer con estas lúcidas palabras: “…estas manifestaciones psíquicas son las más importantes de cuantas se han ofrecido al estudio y observación, por lo menos desde el punto de vista puramente filosófico, y todo científico está obligado a conocerlas”
Abogado. Ex-magistrado del Consejo Nacional Electoral. Autor del Libro Nostradamus y la guerra islam-occidente (Villega Editores 2004)
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